Todo empieza en mí

Si vuelvo al AMOR, podré dar respuestas conscientes a lo que aparezca en mi camino. Si confío en la VIDA, cada tropiezo lo veré con menos tristeza, pondré menos resistencia y hallaré los recursos necesarios para salir de ese momento más rápido, con más energía, fortalecida.

Todo empieza en mí

Esta temporada he tenido que aprender a lidiar con varios cambios en mi vida, restricciones que me incomodan y coartan, imposiciones que me generan malestar.

Cada cambio lo podemos observar como si fuera un duelo, una muerte a lo anterior, un renacer a lo nuevo. Y el duelo viene acompañado de un proceso de adaptación, una superación personal.

A veces consigo soltar el dolor y la queja por esta nueva situación distópica.

En otras ocasiones me abate el miedo y me encierro en mi crisálida, recojo mis alas y me hago una bolita diminuta, que nadie me vea.

Si paso desapercibida no podrán decirme que hice algo mal, la culpa no hallará huecos por donde colarse en mi alma y nadie verá que soy diferente.

Si dura mucho este bucle de oscuridad mi casa enmohece, se llenan las paredes de mi corazón de un negro pringue que luego cuesta limpiar.

Entonces, cuando los gritos de mi sangre, son tan fuertes que no puedo evitar escuchar mi dolor, paro.

Paro. Suelto y confío. Observo. Me pregunto.

¿Qué es lo que me sucede?

¿Para qué pasa esto?

¿Qué me quiere enseñar la vida en este momento?

La vida es un gran aprendizaje, un camino continuo de compasión. Será más fácil si me escucho, si me permito atravesar el dolor, si lamo mis heridas y me abrazo, acogiendo lo que llega a mí.

Todo empieza en mí.

Si Yo me escucho, me cuido, me trato bien, me quiero, me hablo, me comprometo conmigo, seré capaz de compartirme con el resto de seres de igual modo.

Si Yo me juzgo, me miro mal, me maltrato, me fustigo, me culpo y castigo, atraeré situaciones y gentes que me den la razón y provoquen incomodidad.

Todo empieza en mí, en la mirada con la cual me observo.

Si vuelvo al AMOR, podré dar respuestas conscientes a lo que aparezca en mi camino.

Si confío en la VIDA, cada tropiezo lo veré con menos tristeza, pondré menos resistencia y hallaré los recursos necesarios para salir de ese momento más rápido, con más energía, fortalecida.

Si confío en la VIDA, sin aferrarme al sufrimiento, sabiendo que todo pasa, que este momento distópico también pasará, por mucho que me incomode, será más cómodo el trayecto de recorrer los años que me queden por vivir.

Al principio de mi camino de descubrirme y mejorarme, creía que llegaría un momento en el cual no sentiría pena, dolor o miedo.

¡Qué equivocada estaba!

No se trata de no tenerlos. Claro que los siento. Lo que sucede es que ahora me doy cuenta antes del sentimiento que me embarga. Ahora dispongo de más recursos emocionales y psicológicos para superar el bache de una manera más suave.

Puedo recurrir a la meditación, al ejercicio físico, a la visualización creativa, a la quietud, a escucharme a mí misma con mis circunstancias. Sé que hay múltiples terapeutas y terapias, que pueden acompañarme en el complejo proceso de sanarme en cuerpo, emociones, mente y espíritu.

Si lo prefiero, puedo no hacer nada, dejando que suceda lo que toque, desde la consciencia de saber que me siento mal, que me encuentro perdida y que voy a escuchar lo que pase por mis latidos.

Y conjugo las frases con verbos quebradizos: sentir, doler, apenar, llorar, …

Decida lo que decida, me dejo SER, me atrevo a Vivir.

Se desvanecen las capas externas de los miedos que me recubren cual cebolla, voy superando de a poco, los retos, día a día.

Todo empieza en mí, si yo me equilibro, mi alrededor se equilibra.

No sé si mañana o dentro de un segundo voy a estar viva, así que hoy, aquí y ahora, voy a vivir, pues a eso he venido al mundo.

Agradezco haberme encontrado hoy contigo, que eres yo, así que este ha sido un encuentro conmigo misma.

Gracias por leerme, gracias por ser.

Abrazos de corazón.

Mirena

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