La prostitución, según el diccionario, es mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero u otros beneficios económicos o sociales.
Ejercido mayoritariamente por mujeres, llamadas prostitutas o «putas», es un oficio denostado y mal visto por la mayoría, aunque son muchos los hombres y mujeres que solicitan los servicios de estas personas.
Es una profesión globalizada, dicen que de las más antiguas del mundo. Las «señoritas de compañía» realizan toda clase de proezas corporales y, en muchos casos, atienden y hacen una loable labor a modo de psicólogas, escuchando las desdichas y penurias, de la variopinta clientela.
Cuando trabajaba en la tienda de ropa, vendíamos mucha lencería a mujeres que se dedicaban a estos menesteres. En pueblos cercanos funcionaban varios locales de «alterne».
Todas parecían mayores de edad, no había ninguna que se viera jovencita. Según los artículos que nos compraban, las podría diferenciar en tres variantes:
-Las de «lujo», mujeres guapas y bien cuidadas, muy arregladas, invertían mucho dinero en su ropa interior. Nunca solían hablar de su vida privada y siempre venían acompañadas de algún «guardián», que aguardaba fuera, mientras ellas se probaban y era el que luego pagaba la cuenta.
-Las «normales«, mujeres de apariencia más «estándar», nunca imaginarías que se dedicaban a este trabajo, usaban ropa interior de precio moderado, a veces se permitían un capricho. Hablaban abiertamente de sus vidas, en ocasiones venían con sus hijos o con su marido.
-Las «de las ofertas», venían a comprar la ropa más económica, tenían peor aspecto, a veces desaliñado, se las veía con peor vida, y su transcurrir diario era duro, por lo que nos explicaban a las dependientas.
Yo, me moría de pena.
Ahora, al recordar alguna de aquellas miradas, aún me duele el corazón. Siempre andaba pensando en cómo apoyarlas, dándoles comida o ropa, ayudando en lo que podía, acogiendo en mi vida sus historias. Quería borrar la desigualdad del mundo, las profesiones denigrantes, las injusticias, la maldad,…
No sigo escribiendo sobre este tema, podría extenderme tanto que llenaría sábanas enteras con relatos parecidos a los anteriores.
No.
Hoy no es mi intención principal charlar sobre ello, pretendía crear una introducción, para luego contarte lo que me interesa.
Prostituirse no es solo vender tu cuerpo al mejor postor, que te paguen por ello y guardes el dinero recaudado en tu bolsillo.
¡No!, ¡no!, ¡no!
Prostituirse puede tener muchas otras verdades tras el término. La mayoría de las personas nos «prostituimos». Sin darnos ni cuenta. No le llamamos así a lo que hacemos, pero lo hacemos.
Te prostituyes:
1-Cada vez que realizas un trabajo que no querías hacer, que te hace quedarte calvo de la tensión, que te enferma del miedo que tienes a que el jefe te diga algo malo, que te pone de los nervios de pies a cabeza, que te mantiene triste, que te revuelve el estómago porque lo ves incoherente o inmoral. Desde la entrada a esa oficina, a esa fábrica, a esa tienda, a ese almacén, te estás prostituyendo.
2-Cada día en el que acudes a ver a alguien a quién no quieres; cada vez que quedas con amigos que ya no te aportan y te quitan vida; cada día de más que sigues con esa pareja que te maltrata, que te desvaloriza y te dice cosas feas; cada segundo que le ríes las gracias a una persona que solo encuentra en ti defectos y te martiriza.
3-Cuando escribes para un libro, artículo o revista y, el nombre que aparece bajo el texto, es el de alguien que te contrata para que crees, con sus ideas, lo que luego publicitará bajo su nombre. En mi caso, he trabajado de esta manera una vez. La persona que me lo encargó se mostró atenta, generosa y muy amable. Me siento muy agradecida. Aprendí mucho en el proceso, aunque dudo que vuelva a escribir para otros, es duro entregar un «hijo/libro». He de escuchar a mi ser y decir NO, gracias de corazón.
4-Cada vez que te vistes según el gusto de tu madre, de tus amigos, de tu pareja, para agradar, para que piensen que eres una buena persona, para que no te den de lado. Cada vez que te quitas el maquillaje porque él te lo dice. Cada vez que te tienes que quedar en el coche porque hoy vas demasiado guapa, y no te pueden ver así en el restaurante.
5-Cada vez que desoyes tus dolores, tus penas, tus miedos o lamentos, tus necesidades del alma, de la mente, de tu espíritu y tu cuerpo.
6-Cada vez que levantas el teléfono y escuchas la misma sonata, de esa persona a la cual se le estropeó el disco de la vida y no cesa de decir una y otra vez, con insistencia crónica, que es una pena lo que le sucede. Esa persona que no atiende a razones, cuando le dices que vaya a terapia, que avance en la vida que ya lleva contando la misma historia ¡tres años!
7-Cada vez que caes en la incoherencia, que no eres fiel a tus sentimientos, que no haces caso a eso dicen tus tripas, a ese runrún que te anuncia, como un relámpago momentáneo, que no te asocies con esa persona, que no aceptes ese encargo, que no beses esos labios prohibidos, que no vayas con el coche por ese camino, que no cojas ese teléfono en este bendito momento de relax,…
8-Cada vez que vas al cine a ver una película de tiros y violencia, que no va contigo, para que a tu amiga no le parezca mal. Nunca te has atrevido a decirle que te pasas la mitad de la película con los ojos tapados, por el miedo o el susto.
9-Cada vez que accedes a que alguien venga a casa, cuando lo que de veras te apetecía era quedarte sola, tirada en el sofá, viendo una serie cómica, con tu paquete de pipas, en el silencio de tus risas.
Nos prostituimos cada vez que desoímos la voz interna que nos guía, con ese saber infinito, esa voz que lo único que desea es que prosperemos en la mayor armonía y bienestar, sin hacernos daño, ni a nosotros ni a lo que nos rodea.
Como en todo, hay varios grados, en algunos caso será de una forma leve, en otros, será un despropósito descomunal lo poco que te has querido para acometer ese «asesinato» contra ti misma.
Quizá te suene cursi, o puede que sea una reflexión fuerte. A mi entender, es lo que sucede. Yo me he «prostituido» en numerosas ocasiones, de la manera que te estoy explicando. Sin necesidad de sexo de por medio. Desoyendo mis necesidades. Olvidando mis prioridades.
No he sabido pararle los pies a las personas que me hacían daño, he aceptado trabajos que menospreciaban mi valía, he reído las tontunas de otros, para que no dejaran de ser mis amigos y me he tapado los oídos cuando me dolía una parte de mi cuerpo, para que mis jefes no me echaran del trabajo, porque se suponía que era así como debía obrar.
Y, ¿sabes qué?, en los trabajos que menos me han valorado son aquellos en los que yo tampoco me valoraba, esos a los que iba hasta con fiebre, vaya a ser que me dijeran algo por pillarme una baja. Los amores o amistades que más pronto me han dicho adiós, son en los que más tiempo invertía en cumplir sus gustos y deseos, desoyendo lo que internamente me decía mi cuerpo, mi mente o mi alma.
Ahora, con cincuenta años, cada vez me «prostituyo» menos. Conste que aún se me cuelan, por entre las rendijas del miedo, coletazos de falta de amor hacia mí. Porque eso es lo que denotan estas acciones, una gran desvalorización hacia una misma. Y yo, he estado demasiado tiempo sin quererme.
Estoy en ello, poco a poco. Cada día se construye la vida, paso a paso y no sabemos qué será lo siguiente. Mi tiempo me ha llevado aprender a decir:
«NO, muchas gracias, no me interesa lo que me ofreces«.
Cuando no quieres, no quieres. Ese no es tu camino. Si sientes que el sendero ya no va por esa vía, has de apartarte del recorrido. Dejando, eso sí, un reguero de gratitud y bienestar a tu paso, que una cosa no va reñida con la otra.
¡Piensa!, aquí, ahora, indaga un instante en tu vida.
¿Cuántas veces te has «prostituido» de alguna de las maneras anteriormente relatadas, o de formas parecidas?
a)Escribe tres situaciones, luego reflexiona sobre ello, investiga qué puedes hacer para no volver a caer en la misma rueda de nuevo.
b)Escribe tres maneras en las que te vas a tratar mejor, si aparece de nuevo una situación similar.
c) Pregúntate, ¿cómo te has sentido al hablar hoy sobre un tema tan espinoso?
Abrazos de corazón
María José Malleiro Zorzano (Mirena)