Las dificultades

Decido enfrentarme a las dificultades con mis mejores armas, con mi mejor sonrisa, con mi mayor potencial, hallando la felicidad interna.

Las dificultades

Ante nosotros una situación distópica* atascando la puerta de la felicidad, la salud, la armonía familiar, la calma, el bienestar laboral, los estudios de nuestros hijos,…

Podemos elegir cualquier ámbito de los citados anteriormente, e incluso añadir a la lista los que nos afecten personalmente, aquí, ahora, en la vida.

Escogido el malestar veamos cómo afrontamos las dificultades que nos trae.

Lo primero es escucharse, darse cuenta de lo que acarrea en tu transcurrir diario este suceso. Pongamos como ejemplos la pérdida de un empleo, una enfermedad o una ruptura de pareja.

Es lícito y natural dejar que te invada el dolor, la frustración o la rabia. Quizá sientas un pesar profundo, un enfado descomunal, o una desorientación y una angustia vital que no sabes si lograrás superar jamás. Puede que la apatía sea tal que no consigas levantarte del sofá en tres semanas. O que te pases llorando un mes hasta quedarte seco.

Cada uno se expresa ante la dificultad a su manera. Es necesario dejar que salga y pedir ayuda si solos no podemos.

Pasados los primeros momentos de impacto, que hay que transitar, sí o sí, se abren varios caminos, entre los cuales se encuentran los que expongo a continuación:

1) Enfrentarme a mis problemas desde el miedo, desde la reactividad, desde la queja continua, desde la rabia, desde el enfado, desde el odio a todo.

2) Afrontarlo de una manera más optimista, con calma, con aplomo, con fortaleza, pidiendo ayuda, confiando en que al final saldrá algo bueno de este trance y aprenderé valiosas lecciones de ello. Parando cada vez que sienta que no puedo, para coger nuevas fuerzas y seguir avanzando.

3) Guardando el suceso en una saca, disimulando lo que siento, diciendo que no ha pasado nada, que todo está bien, tragándome el dolor, la pena y la angustia. No permitiendo que mis lágrimas broten. Volviendo a mi vida anterior lo antes posible, sin haber dado espacio a sanar.

4) Embarcándome enseguida en un nuevo proyecto, que me entretenga, un nuevo hijo, una nueva pareja, un viaje, etc. Algo que disimule el dolor de mi corazón y el olor de mi alma.

5) Convirtiéndome en un mártir, que vive eternamente de aquel suceso que me rompió en mil pedazos. Siempre a la espera de que alguien externo a mí, me recomponga.

6) Caer en una adicción: beber demasiado alcohol, tomar drogas, tirar el dinero en las tragaperras, mirar a todas horas teleseries, tener 200 juegos del móvil, vivir en el gimnasio para mejorar mi cuerpo de manera compulsiva, radicalizar mi forma de comer hacia extremos muy sanos o muy dañinos.

No sigo, seguro que tú conoces más caminos de transitar las dificultades.

De las anteriores citadas, considero (porque es la que mejor me ha ido a mí) que la más acertada es la segunda exposición.

Cuando uno se ofusca y se deja invadir por el enfado y la frustración, no es eficiente a la hora de realizar tareas y hallar soluciones.

Si encaro las dificultades desde el desánimo y el horror, me bloqueo, no pienso con claridad. Me quedo en un bucle eterno que no me permite ver la cantidad de manos que han venido a ofrecerme ayuda, para escapar de las profundidades de mi dolor.

Si decido entrar en pánico, plantarme estática, enamorarme del miedo y la queja, y quiero quedarme ahí eternamente, estoy en mi derecho. Pero también puedo hacerlo de otra forma.

Frente a mi problema, después de haberlo escuchado y sentido, decido estar en la máxima calma posible.

Decido enfrentarme a las dificultades con mis mejores armas, con mi mejor sonrisa, con mi mayor potencial, hallando la felicidad interna.

Si afronto mis problemas así, abriéndome a las posibles soluciones, encontraré las mejores oportunidades, y quizá aparezcan las puertas necesarias para salir del pozo donde he caído.

Incluso ante la peor catástrofe mundial y el escenario más apocalíptico imaginable, ser optimista, va a subir mis defensas corporales, y ampliará mi capacidad para solucionar problemas y conflictos. Serán más precisas mis decisiones.

Esto no es negar los problemas. El suceso que me dañó existe, pero la manera en la que decido salir de ahí, es la que va a determinar el tiempo que me quedo sufriendo.

Habrá días que sea capaz de seguir ese camino del optimismo y otros será más difícil. Aunque no cejo en el empeño de encontrar lo bueno que la vida pueda ofrecerme, allá dónde sea.

Mis agallas, para agarrar el toro por los cuernos, darán sus frutos, aunque tenga miedo. Dentro de cualquier pequeño cobarde, hay un gran valiente con ganas de salir a comerse el mundo.

La valentía para superar los malos momentos se encuentra en creer, que pese a todo, pase lo que pase, al final, todo saldrá bien. Ni idea de cómo ni cuándo.

Al cerrarse una puerta, se abre una ventana. Termina una etapa y comienza otra nueva.

Soy creadora de mi realidad.

¿Con qué camino me quedo?

¿Con el del miedo, el desánimo y la apatía?

¿Con el del bienestar, la risa y la alegría?

Yo decido.

*Distópico: Una distopía o antiutopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. El término, procedente del griego, fue creado como antónimo directo de utopía, término que a su vez fue acuñado por santo Tomás Moro. (Fuente Wikipedia)

Un abrazo desde mi corazón al tuyo.

Mirena

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