La predicción

“Yo predigo, que si te cuidas y tratas con cariño, si estás mejor contigo misma, todo a tu alrededor estará bien. Debes crearte las predicciones tú misma, nadie tiene derecho a decirte cómo va a ser lo que vas a vivir”.

Entras en la tienda del barrio y ves el anuncio en la cristalera de fuera; una compañera de Pilates que ha ido te la recomienda, a ella le ha resultado fantástica; la prima de una madre de los niños del cole también, al parecer ha estado con ella y oro puro, oye.

Te intriga. Al final, con tus dudas y restricciones mentales, llamas para pedir cita.

¡Tiene más cola que el paro!, dentro de dos meses te ha dado, un sábado por la mañana, a las once, y que suerte has tenido, que un hombre ha anulado.

Bueno, pasan los días y llega el sábado en cuestión. Tu estómago parece un surtido de excavadoras, sacando arena del desierto, menuda revolución se está formando, ¡qué nervios te han entrado!

Llevas anotada la dirección en una libreta, es a dos kilómetros de tu casa, en tu mismo pueblo, así que vas caminando, a ver si los nervios aflojan, que ¡tampoco es para tanto!

Calle de la Hojiblanca, 3 – portal uno, 7A, aquí es. Tocas el portero, no abre nadie, esperas, sigue sin abrir nadie, vuelves a tocar, nada. A ver si va a ser una señal de que no tienes que ir…

¡No!, ya abren, sin preguntar ni nada.

Empujas el portal, localizas el ascensor y subes. La puerta del piso está abierta. Ella, la mujer, dándote la bienvenida, indica que pases. Es una chica, “másomenos” de tu misma edad, bien parecida y muy arreglada. La conoces de algo, aunque ahora no caes.

La casa, espaciosa, muy limpia y bien iluminada, estilo minimalista, como a ti te gustan, someramente amueblada.

Lees una revista de cocina que había en el salón, donde aguardas a que termine el cliente que andaba atendiendo cuando llegaste.

Llega la hora de entrar, la habitación huele a rosas frescas, las tiene plantadas en dos macetas grandes, al fondo, bajo un gigantesco ventanal, junto a una planta de romero. Sus aromas se entremezclan, llevándote a un verde prado en primavera.

Sentada, la observas, la conoces, sí, no sabes de qué. Se sienta y pregunta si sabes cómo funciona todo. La verdad que no tienes idea, respondes que a ti te han dicho que predice cosas. Y que supones que es como una especie de bruja o algo así.

Ella, serena, sonríe, y alega que ni bruja, ni adivina, ni nada. Que lo único que hace es preguntarle a las personas que vienen, qué es todo lo bueno que les gustaría que pasara en su vida. Con esa información, les indica cómo pueden comenzar a caminar al encuentro de sus objetivos, desde la libertad que cada uno posee.

Sorprendida, indagas, ¿cómo lo hace?

Y explica que lo primero es creer en uno mismo, recordar que somos libres, que dentro de nosotros llevamos un potencial enorme, inexplorado, de virtudes y facultades por descubrir.

Que si estoy interesada he de tratarme bien, fijarme en lo que me digo, en lo que pienso sobre mí y perdonar mis fallos. Luego he de ir marcándome pequeñas metas, para mejorar aspectos que ahora no me agraden de mi día a día,…

Y continúa la charla.

Preguntas si con eso ya llega, tú lo que querías era una predicción.

Entonces, se levanta y acompañándote a la puerta dice:

“Yo predigo, que si te cuidas y tratas con cariño, si estás mejor contigo misma, todo a tu alrededor estará bien. Debes crearte las predicciones tú misma, nadie tiene derecho a decirte cómo va a ser lo que vas a vivir”.

Ah, pues va a ser que sí hacía predicciones la mujer. Ya te quedas más tranquila.

Dando por concluido el proceso, preguntas cuánto le debes. Niega con la cabeza, y responde que ella no ha cobrado nunca. Que tiene un trabajo como arquitecta que le proporciona el sustento necesario para vivir muy bien, y las consultas las realiza por amor. Que haga un donativo con el dinero que tenía pensado pagarle.

Os despedís, vas al ascensor, y entonces ella dice, asomando la cabeza por la puerta: “Ah, y dale saludos a tu hermano, que hace mucho que no le veo”.

Sales, y eres incapaz de quitarte de la cabeza lo que ha dicho aquella mujer, ¡que le des saludos a tu hermano!, y ¿ella de qué conoce a tu hermano, si tu hermano vive en Bilbao?

Entonces caes, ¡ya sabes quién es!, ¡es Pilar!, la arquitecta, la primera novia de tu hermano Alfonso, ¡qué casualidad!, y lo cambiada que estaba…

Y, atrapada en ese pensar, enredas toda la semana, olvidando el resto de la conversación que mantuviste, en aquella sesión que duró más de una hora.

“La libertad conlleva responsabilidad, por eso a la mayoría de las personas les aterroriza” . George Bernard Shaw

Canción: “O bruxo da Montaña” de Milladoiro.

Nota: este texto lo he sacado de mi libro “Más allá de las manos”.

Abrazos de corazón.

Mirena

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