La muerte

Railes abandonados
No sabemos cuándo llamará a nuestra puerta, si vendrá cargada de dolores incómodos o nos inundará de paz y un tranzquilizador descanso, que nos arrebate el último aliento mientras dormimos en la placidez de nuestra cama.

La muerte es la única cosa segura hacia la que nos dirigimos desde que nacemos.

No importa cómo hayas nacido, si de parto natural o por cesárea; ni la condición social que poseas, que seas rico o seas pobre; que seas alto o seas bajo; gordo o flaco; guapo o feo; que tengas una salud de hierro o toda tu vida te la hayas pasado entre hospitales y médicos; de nada te sirve saber cinco idiomas y estudiar tres carreras; ni ser Ministro de Cultura o de Hacienda; tampoco te librará ser de la nobleza ni de alta cuna; ni tener los ojos azules o ser una gran modelo; ni tener el seguro de vida más costoso que se encuentre en el mercado de seguros de decesos.

No sabemos cuándo llamará a nuestra puerta, si vendrá cargada de dolores incómodos o nos inundará una paz y un tranzquilizador descanso, que nos arrebate el último aliento mientras dormimos en la placidez de nuestra cama.

De la muerte nos habla nadie o casi nadie, para la muerte no nos suele preparar nadie. Por lo menos en esta zona del planeta donde vivo, en esta sociedad occidentalizada y despersonalizada, en la cual no hay hueco para ella, porque estamos demasiado ocupados y llenos, como para dejarle hueco, para escuchar la enseñanza que nos trae.

Ilustración Lágrimas

Conjuguemos juntos el verbo:

Yo voy a morir
Tú vas a morir
Él va a morir
Nosotros vamos a morir
Vosotros vais a morir
Ellos van a morir.

A la muerte lo que le sucede es que muchos le tenemos miedo. Tememos dejar atrás aquello que nos resulta cómodo y conocido: nuestro entorno, nuestro hogar, nuestra familia y allegados, nuestra casa, nuestro coche, el trabajo, todo aquello que creemos que poseemos.

La muerte, nos trae una enseñanza muy grande.
Nos viene a decir que aprovechemos la vida.

Que agradezcamos cada momento vivido con los amados, que digamos a los que queremos que los queremos, que nos alejemos de lo que no nos gusta, que sonriamos más, que hagamos más veces aquellos actos buenos que nos reportan felicidad, que seamos más coherentes con nosotros mismos y con el resto de seres de este bendito planeta en el que nos ha tocado vivir. Que nos cuidemos y cuidemos de lo que nos rodea. Que saquemos la mejor versión que portamos de nosotros mismos. Que usemos el tiempo que ella nos permita para vivir.

Eso, vivir, eso es lo que nos enseña la muerte. Que estamos aquí para vivir. Porque lo que está seguro en el camino es que vamos a morir.

¿Y cómo queremos hacerlo?

¿Habiendo malvivido, desaprovechando las oportunidades de disfrutar y amar, de reír y llorar, de gozar y brillar?, o ¿llevando una vida mediocre en la que nos puede la pereza, la apatía y la crítica hacia los demás y hacia nosotros mismos?

Querida muerte, gracias por servirme de guía, y por hacer que me de cuenta de las ganas de vivir que tengo.

Gracias por mostrarme que la vida, con su alegrías y sus penas; con sus riquezas y miserias; con sus noches y sus días… ¡es una maravilla!

Un abrazo desde mi corazón al vuestro.

Mirena

Ilustración árbol y hoja cayendo
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