«Meditar es practicar el no hacer, observar el momento presente, escucharte sin juicios, abrir un espacio para que cuerpo y mente te hablen». Dr. Kiril Yurievich.
Meditar engloba múltiples significados, cada uno de nosotros le va a otorgar el que necesita. Unas vertientes serán más religiosas o espirituales, otras lo encajarán en la zona de terapias personales y herramientas para la relajación física o emocional. En otros momentos, serán los médicos los que llevarán al paciente a un estado de relajación tal, que se toque lo meditativo, para observar problemas y disfunciones de la psique.
Cuanto más sosegado el cuerpo, más serena estará la mente y más fácil será meditar. En todos los casos genera sensaciones más benévolas y refuerza la escucha activa hacia el mundo que te rodea. Provoca abundantes mejoras en los que practican de manera habitual, e incluso en los que, puntualmente, deciden tomarse un momento para entrar en ese silencio.
Beneficios de la meditación:
-Reduce efectos de estrés, ansiedad y depresión.
-Es un buen acompañante en los procesos de recuperación de enfermedades.
-Mejora la memoria, la concentración.
-Ayuda a reforzar el sistema inmunológico.
-Crea un estado de serenidad y calma, al rebajar la actividad.
-Ayuda a aumentar los pensamientos positivos, generando una actitud más optimista para afrontar lo cotidiano de cada día.
-Aumenta tu conciencia personal, al quedarte en silencio contigo, prestas más atención al cuerpo, al estado en el que se encuentra, le dedicas más espacio a escuchar lo que le sucede, si duele o molesta algo, qué es lo que le calma, etc.
-Permite que estés más en el presente, sin agobiarte por lo que sucederá en el futuro venidero, o llenarte de angustias por aquello que aconteció en el pasado.
Hay infinidad de clases de meditaciones: Guiadas, con músicas diversas, con los ojos abiertos, con los ojos cerrados, con posiciones de piernas y manos (mudras), con cánticos (mantras), con velas, con agua, con olores, con respiraciones diferentes, con inciensos, y con una larga lista de objetos y visualizaciones.
Has de encontrar el momento para practicarla: Por la mañana temprano, antes de comenzar con las rutinas diarias; por la noche, un rato antes de acostarte, después de haber dado por concluido el ajetreo de la casa; en la hora de la siesta; varias veces al día; una sola vez al día; cada dos días. Sólo tú mismo sabrás lo que más se adapta a ti.
Se puede meditar en cualquier lugar: Para comenzar a tomarlo por un hábito que incluyas en tu día, sería conveniente usar siempre el mismo. Encuentra un lugar en la casa que sea tranquilo, que esté libre de ruidos, olores y molestias externas. Avisa a las personas personas que estén en la casa que en ese momento, y por el rato que se desee meditar, por favor no te molesten.
El tiempo que meditas: Para comenzar, puedes probar con ratos cortos, de unos cinco minutos, luego, poco a poco, vas aumentando el espacio que le dedicas . Algunos expertos dicen que el tiempo óptimo son 20 minutos. No son los minutos controlados por un reloj los que te van a dar el sosiego, será el espacio que te des a ti mismo, para observarte.
La posición: Encuentra la posición que más cómoda te sea. Conozco gente que medita tumbada, otros lo hacen sentados en una silla, otros en posturas más complicadas. Eres tú el que decides sobre ello.
Personalmente a mí me serena hacerlo sentada, hace un tiempo lo hacía con las piernas cruzadas, ahora he descubierto que también me es muy cómodo sentada en el borde de la cama o de una silla. Tú decides siempre qué es lo que te reporta más beneficios. Prueba, investiga, descubre.
Los pensamientos: Cada vez que se te cruce un pensamiento o emoción lo saludas, lo identificas y lo dejas marchar, sin enredarte en ello, sin penalizarte por despistarte. Al contrario de lo que algunas personas creen, meditar no es «no pensar», es dejar ir esos pensamientos que llegan, observándolos, como si vieras una película.
Si de pronto te viene a la cabeza que te has olvidado de comprar sal, no entras en el tren de ponerte a ver en qué tienda lo vas a adquirir, cuánto te va a salir, qué blanca es la sal, etc. Simplemente vuelves a traer tu mente al estado de meditación y relajación, y te das cuenta de que pensaste en que tienes que comprar sal. Perdónate por haberte distraído, sé benevolente contigo.
Llegarán más pensamientos, incluso tu cuerpo puede doler, recuerda que le estás prestando atención, en silencio, así que ahora quizá aproveche la espalda para recordarte que tenías una tensión, la cabeza para molestarte, la pierna para dormirse,…
Sigue, ahí, contigo, permitiendo que en ese espacio suceda lo que tenga que suceder. Poco a poco te acostumbras a esta nueva situación de escucha interna.
Puedes seguir mil técnicas de meditación, has de encontrar la que mejor te funcione, con la práctica incluso te la puedes inventar, juntar trucos de un lado o de otro. Ponle imaginación.
Haz lo que te siente bien a ti. Esa es tu máxima meta, sentirte bien, desde ahí puedes hacer grandes hazañas, o simples actos.
Tú eres lo más importante para ti, llevas contigo desde toda la vida y estarás contigo para siempre. Aprende a conocerte y a cuidarte. Así podrás compartir tu bienestar con los demás.
Antes de ponerte a meditar: Si te apetece complementar tu rato de meditación, antes de sentarte o tumbarte, puedes hacer unos suaves ejercicios, estirando y movilizando el cuerpo de cabeza a pies.
Después de meditar: Al terminar la meditación, puedes reactivar tu circulación con unas friegas. Haces unos movimientos de fricción enérgicos que recorran tu cuerpo de pies a cabeza, por encima de la ropa.
Completar la meditación:
A cualquier meditación o relajación se le puede añadir algo que la complemente.
-Una música que tranquilice (sin letra), de dormir a los bebés, clásica, sonidos de la naturaleza, con trinos de pájaros, mares, ríos, cascadas, cuencos tibetanos, etc.
-Puedes recitar mantras tibetanos o frases relajantes y positivas que tú decidas integrar en la meditación.
-Estar con los ojos abiertos y fijar tu atención en un color, que con sus propiedades ayudan a equilibrar tu percepción. Mirar un mandala, una cascada, o una imagen que te tranquilice, como un prado lleno de flores coloridas y fresca hierba, o un mar con suaves olas que van y vienen, o el majestuoso vuelo de un águila.
-Usar aromas, como una barra de incienso, con algún olor suave que te apetezca; quemar alguna esencia floral que inunde tu estancia y te acerque a la paz.
-Tomarte una infusión relajante, antes.
-Meditar metida en un baño caliente, con sal.
-Encender unas velas.
-Hacer movimientos rítmicos o bailar.
-Programarte micromeditaciones de uno o dos minutos, en tu lugar de trabajo, o en casa. Pon una alarma que te indique que en ese momento vas a parar, a hacer un par de inspiraciones profundas y prestarte atención a ti mismo. Estaría bien hacerlo tres o cuatro veces al día.
-Hacer unas inspiraciones profundas allá donde te encuentres, aunque sea sin cerrar los ojos, simplemente prestando atención a lo que sientes en ese momento.
-Puedes dibujar un mandala, rellenar de color uno que ya está dibujado, cuidar tu jardín, crear con barro, etc. Cada vez que me pongo a pintar un cuadro es una meditación para mí, puesto que estoy haciendo algo que me apasiona, que me centra, que me relaja.
No es necesario encontrarse bien para meditar, puedes hacerlo con un dolor, con un malestar, quizá te cueste más centrarte, aunque parar un momento, aliviará la incomodidad.
Hay mil maneras de completar este acto. Tú decides si quieres acompañarlo con alguno de ellos o prefieres hacerlo simple.
Meditar no son unas posturas, unos cantos o unos inciensos, es tomar consciencia de lo que estás haciendo, prestarte atención en este momento, es regresar al presente bendito, que todo lo envuelve.
Encuentra tu manera, encuentra tu lugar.
Puedes encontrar meditaciones en mi canal, aquí: Meditaciones del libro «De regreso a casa» – YouTube
Nota: puedes descubrir más cosas sobre la meditación en mi libro: «De regreso a casa». Lo puedes encontrar en esta web o en Amazon.
Abrazos de corazón.
Mirena