El perdón y la culpa

El perdón no se puede forzar, no podemos obligarle a nacer, como no se le obliga a crecer a una flor. Al perdón, como a todo en la vida, hay que darle espacio, dejar que madure, sentir cuál fue la causa primigenia que causó la herida.

Llevamos en nosotros heridas, algunas son grandes, enormes y desgarradoras. Otras apenas necesitan un pequeño apósito para protegerlas de cualquier infección externa.

Cargamos con un peso que ya no corresponde. Una gran mochila que nos amilana, llena de culpas, complejos, dolores, acusaciones a otros y a nosotros mismos.

Es hora de vaciarla.

Entendamos que lo que hacemos lo hacemos en función de las circunstancias que nos rodean, de cómo fuimos criados y de cómo asimilamos lo que llegó a nuestra vida, mente y cuerpo.

Somos el producto de lo que sentimos, de lo que nos rodea, de nuestra crianza, de nuestras vivencias, no somos lo que nos sucedió en un instante.

Obramos dependiendo de lo vivenciado en el momento en el cual estamos inmersos, más toda esa mochila que arrastramos. Y es hora de vaciarla.

Claro que podemos equivocarnos y los otros pueden equivocarse y no por ello nos toca fustigarnos y sufrir gravísimas consecuencias o castigos, autoinflingidos la mayoría de las veces por nosotros mismos.

Podemos optar por otras opciones, como el perdón y el soltar la culpa.

La mochila puede cargar infinitud de miedos: miedo a no lograr algo que se anhela, a perder lo que se logró, miedo a morir, a vivir, a brillar, a sentir, a repetir patrones antiguos.

Quizá en ella albergas enfermedades, soledades, desastres, emociones atascadas o hartazgo.

Cualquier persona puede completar la lista anterior con los acontecimientos vividos en carne propia, sólo he enumerado los primeros que han llegado a mi mente.

Ha llegado la hora, ha llegado el momento, de descargar y soltar, de liberar las culpas que cargamos. Muchas de ellas no son ni siquiera nuestras, las heredamos, de nuestros padres, de nuestro entorno, de la sociedad en la que habitamos.

¿Qué culpa tiene una persona de haber nacido en una familia cuya raza, religión, ideas o partido político sean de un color u otro? Queda marcado por esas circunstancias desde la cuna, sin saber siquiera el porqué, carga los estigmas que esa religión, partido político, filosofía o color de piel lleve impreso.

Los prejuicios hacia algunas personas por sus ideas religiosas, por su raza, su orientación sexual o su pensamiento político, han dejado masacres e injusticias como:

-El “holocausto nazi”, genocidio realizado por el régimen de la Alemania nazi contra los judíos de Europa, durante la Segunda Guerra Mundial. Las personas eran transportadas en tren hacia campos de concentración donde, si habían sobrevivido al viaje, eran asesinados sistemáticamente en cámaras de gas.

-La “caza de brujas”, fenómeno histórico sucedido primordialmente en Europa y América, entre el siglo XV y el siglo XVII, en el cual miles de personas, principalmente mujeres, fueron ejecutadas por practicar lo que fue denominado “brujería”, y en este término se incluía a las parteras, a las sanadoras, a las que usaban hierbas para crear medicinas o las personas que se salían un poco de la norma establecida en aquellas épocas. A mí me hubieran quemado en la hoguera en aquellos días.

-La persecución a homosexuales (o lesbianas), condición que ha sido muy mal vista hasta hace no demasiado tiempo en nuestro país y aún existen países donde es ilegal o está castigada con pena de cárcel. Algo que ahora se ve como algo totalmente normal, en épocas de nuestros abuelos era considerado casi como un crimen en España.

Cualquiera de los anteriores son un pequeño ejemplo de las millones de barbaridades que se acomenten en pos de la verdad. En pos de la verdad de un político que dice que eso es lo que vale en ese momento, en pos de la verdad de la moda de esa época y de ese lugar, en pos de una verdad .

¿Hasta qué punto hemos llegado como humanos?

Ha llegado la hora de perdonar, de perdonarnos, de soltar las ideas rancias y antiguas y dejar ir las culpas a un lado.

Porque, todas estas personas que no son lo que la sociedad “espera” de ellas en esa determinada época, pueden sentirse culpables por ser diferentes, amén del miedo que cargan de que los demás noten esa diferencia.

Según mi opinión, la culpa es algo que inventaron para hacernos sentir mal y tenernos atados al miedo de que algo nos sucederá por haber hecho aquello, que nos hace sentir culpables.

Lo primordial es perdonarte a ti, por cada una de las veces que te fallaste, por todas las que escondiste lo bueno que portas, por aquellas otras que no defendiste tus intereses y tu dignidad, por todos los menosprecios, infravaloraciones, chantajes, autoengaños, mentiras y feos que acometiste contra ti mismo.

Desde el perdón a ti mismo podrás perdonar a los otros y, desde ahí, cada día, instante a instante, ser más libre de esas cargas de la mochila que te pesa a la espalda.

No se trata de perdonar a lo loco, como se les obliga a los niños, en plan: “Mario, pídele perdón a Pepe por haberle roto su lápiz rojo”, “que nooo mami, que él me rompió mi pala de ir a la nieve”, “que le pidas perdón digo”, “vaaaleeee, pergggdooonaaaa Pepeee”.

Aquí no hay perdón real, es una comedia autoimpuesta al niño y con ello no comprenderá el verdadero sentido del perdón, pues dirá lo que la mamá le obligue y seguirá con la semilla de odio hacia “ese Pepe traidor que le rompió su pala amarilla de la nieve”.

Ese perdón no es válido, se queda en la mente, no llegó al corazón ni al alma del dolor.

El perdón no se puede forzar, no podemos obligarle a nacer, como no se le obliga a crecer a una flor. Al perdón, como a todo en la vida, hay que darle espacio, dejar que madure, sentir cuál fue la causa primigenia que causó la herida.

Quizá en aquellas circunstancias no estabas preparado para perdonar, pero ahora, pasado el tiempo, algo ha cambiado, está maduro el perdón y aquello que te atormentó en el pasado, no es más que un leve recuerdo.

Demos tiempo al tiempo y pongamos sobre la mesa las cargas y heridas. Algunas, caducas en el calendario, se saldrán de la mochila simplemente por haberles prestado atención y darte cuenta que andaban haciendo bulto en tu vida.

Para otras aún no habrá llegado la hora de la cosecha, y seguirán en la mochila, aguardando el punto exacto de maduración. Quizá nunca maduren y mueras llevándote eso sin solucionar, contigo, pero le habrás prestado la atención que merece.

Comparto contigo un Ejercicio del Perdón:

-Encuentra un lugar tranquilo donde puedas quedarte por un espacio de tiempo sin interrupciones, escuchando tu corazón, generando un camino para que lleguen, desde tu inconsciente a tu memoria, los acontecimientos que guardas en el bolsillo con cartelito de culpa.

-Ten a mano una hoja y algo con lo que escribir y ve poniendo lo que aparezca por tu mente, sin discriminación alguna hacia unas ideas u otras.

-Anota todas las cosas que te duelan, que te hicieras tú a ti mismo, que te hicieran otros, que les hicieras tú a los otros, e incluso las que dejaste de hacer por miedo o culpa. Al menos escribe diez, a lo largo de la vida has generado infinitud de ellas, date permiso para escucharlas.

-Con esa lista delante, ve descartando las cosas que serías capaz de perdonar ahora, porque las circunstancias le restaron importancia, y las que quizá tengas que dejar para más tarde.

-Si no puedes perdonar, al menos reconoce que aunque ahora no eres capaz, quizá en otro momento lo seas, o que nunca lo harás. No es obligatorio. Es opcional. Es dejarle tiempo.

-Hecho lo anterior, tómate un rato para estar en silencio contigo, haz varias inspiraciones profundas, cierra los ojos y agradece, a ti, agradécete por haber tomado ese tiempo para escuchar lo que llevas en tu corazón.

Nota: parte de la información que pongo sobre “la caza de brujas” y “el holocausto nazi”, la he extraído de la Wikipedia.

Aquí comparto una meditación sobre el perdón. Lleva un trozo laaargo de silencio para que te escuches. Si te apetece puedes pasarte por mi canal y ver lo que publico, dejar un comentario en el vídeo o suscribirte. Si pinchas aquí irás directo a mi canal:  Con las Manos de Mirena

Esta meditación la creé para mi primer libro: “De regreso a casa”.

Abrazos de corazón.

Marijose Malleiro Zorzano (Mirena)

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