El chamán

Cada vez que el chamán pronunciaba sonido, de su cuerpo emanaba una especie de onda que se expandía. Los animales comprendían. Aquella era una imagen espectacular, asombrosa y mágica, aunque muy real. Tan real como el agua de los ríos y la hierba del campo.


Esta es una historia inventada, o quizá no.

Esta noche tuve un sueño, enigmático, que me dejó pensativa y asombrada. No sé si fue sueño o locura, o un loco sueño. El caso es que quiero compartirlo contigo.


Estaba en mi cama, relajada y en el más gustoso momento de mi sueño REM, cuando apareció una imagen, a lo lejos se veía un señor. Vestía ropa sencilla, como de labriego, en su mano derecha un cayado, un bastón enorme apoyado en el suelo.

Que raro se me hizo verlo. No lo conocía de nada. Este señor cerró los ojos, elevó la cabeza y comenzó a pronunciar palabras.


Repentinamente sucedió algo que me constó asimilar. Yo, a la vez, era la espectadora del sueño (como si lo viera en una pantalla de televisión) y era la protagonista, pues ¡me convertí en el chamán!


Él cerró los ojos y vio claramente el profundo azul del mar, repleto de vida por doquier. En un punto concreto de esa majestuosa congregación de agua, comenzaron a juntarse focas, tiburones, delfines, gambas, camarones, lenguados, lubinas, leones marinos, cachalotes,… Formando un círculo perfecto, unos rodeando a otros cual espiral gigante. En el mismo centro dejaron un hueco. Y allí apareció una imagen del chamán. Ellos observaron con atención el mensaje que portaba. El círculo se amplió de tal modo que estaban todos los animales que forman parte de mares y océanos.


Cada vez que pronunciaba sonido, de su cuerpo emanaba una especie de onda que se expandía. Los animales comprendían.


Aquella era una imagen espectacular, asombrosa.


De esa escena mi sueño saltó a otra escena, con este mismo señor. El escenario distinto, era un hermoso bosque, en el cual había un claro gigantesco.


El señor se colocó en el centro. Habló en una lengua que yo no entiendo, comunicándose con animales y plantas. Arremolinó a su vera lobos, conejos, ciervos, antílopes y gacelas. Seguían llegando, de todas partes del planeta, acudían a su llamada.


El chamán siguió hablando, palabras sin sentido para aquel que no conoce esas verbas. Bajaban del cielo golondrinas, gaviotas, águilas, cuervos, sinfín de plumas y aleteos. Ampliaron el círculo formado a su alrededor por los animales de tierra.


Zumbando y zigzagueando, llegaron los insectos a reforzar ese círculo que se veía desde el cielo. Cigarras, abejas, hormigas, transportando a su reina, moscas, mariposas, gusanos de seda,…


Acudían a su llamada.

Los juntaba para llevar a cabo una misión: proteger el planeta Tierra. Hacer comprender al hombre que cuando se haya muerto la última planta, y no pueda respirar por la contaminación, cuando haya deforestado el último bosque, muerto millones de insectos y los animales sigan extinguiéndose, va a tener que comerse el dinero, puesto que no quedará nada por lo que vivir. La contaminación, el hastío y la sequía lo habrán invadido todo.


Y el planeta, se habrá cansado de nosotros, nos sentirá como un virus, y no como unos aliados, y comenzará a removerse, creando más terremotos, más tornados, mas inundaciones, más incendios por rayos,… hasta que quede limpia de eso que considera un virus (nosotros los humanos), y pueda comenzar de nuevo, otro ciclo en el cual los animales, las plantas, los insectos, los bosques, el mar, la lluvia y el cielo cooperen en armonía, para la vida.


Concluido el mensaje que venía a darles, los animales de tierra, mar y aire se fueron a sus respectivos hogares.


El chamán abrió los ojos, que eran grandes y azules como el mar, y me miró, me miró a mí que lo miraba a él en el sueño (todo muy extraño). Raro, raro.


Me habló, dijo que ahora era yo la que tenía que compartir aquello que había escuchado. Y vi, como de su cuerpo salía esa parte mía que estaba en él, pues éramos él y yo a un tiempo.


Y esa parte regresó a mí.

Nuevamente sentí que estaba unificada conmigo. Ya no éramos el chamán y yo a un tiempo. Pude comprender todo lo que decía y sentía aquel hombre del cayado, con ropas de labriego, de aspecto sosegado, que emanaba tanto amor.


Hacía una llamada a la madre naturaleza, para que ellos nos hicieran cambiar, entender, asimilar, la importancia de cuidarnos y cuidar de lo que nos rodea. Su mensaje era simple, escueto y lo repetía constantemente, les decía a los animales:

“Decidle a los humanos que se quieran a sí mismos, que traten bien al planeta y a lo que les rodea. Que crean en la vida»


Este sencillo mensaje lo repetía una y otra vez, no paraba de decirlo en aquella lengua que, como espectadora no conseguía entender, pero cuando estaba viéndolo todo como el chamán comprendía perfectamente.


Cada uno de los animales regresó a su lugar de partida. Todos con el mensaje grabado en su esencia. Desde este mismo instante, mostrarían a los humanos, el mensaje que el chamán les dio.

Cuida de ti, reparte el amor que te sobra.


Cuida del planeta, es tu hogar y el de otros seres sintientes.

Dis is de wey,
este es el camino.

Un abrazo con todo mi corazón, recuerda quererte mucho y compartir tu amor con los demás.

Mirena

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