Dejar ir

Empezamos el último mes del año, diciembre. Es momento para observar lo que ha sucedido a lo largo de estos meses. Es hora de agradecer a la vida su flujo continuado de cambios. De ciclos. De idas y venidas. De veranos e inviernos. De lluvia y sequía.

En algunos momento nos resistimos a cambiar. Sentimos que el lugar, la situación, la estabilidad conseguida, son las adecuadas y las perfectas para nosotros. Es entonces, cuando viene la vida, con su gran saber y nos acerca a la transformación.

Surgen situaciones en las que hemos de pasar por un cambio, lo queramos o no lo queramos.

Puede ser que mejores en el trabajo y toque ir a otro departamento. Nuevos compañeros, nuevas rutinas, nuevos sentimientos. Puede ser que tu jefe ya no quiera seguir contando contigo, o que la empresa donde trabajas cierre sus puertas.

A lo mejor tu pareja de hace años, ha decidido que ya no quiere seguir contigo, o eres tú el que decides que no es por ahí lo que deseas en la vida. Se rompe esa relación y puede tocar cambiar de casa, cambiar de amigos, cambiar de zona de salir, dejar atrás a parte esas personas que considerabas familia. Son muchos los cambios. Muchas piezas de puzle han de recolocarse. Difíciles momentos, que si van acompañados de hijos, resultan más complejos.

Quizá has descubierto un colegio que te gusta más para tu hijo (como fue mi caso), entonces toca ir a decirle a las personas con las cuales compartías ideas, pensamientos, dudas y emociones, que ya no vas a seguir con ellos, que has decidido sacar a tu hijo de sus instalaciones y cambiarlo a otro centro educativo. A mí personalmente me resultó complejo, Mario va a colegios «libres» desde pequeño y en estos centros, somos pocos padres, pocos alumnos, una familia. Este hecho de cambiarte de colegio, puede resultar doloroso y duro.

Empezamos el último mes del año, diciembre. Es momento para observar lo que ha sucedido a lo largo de estos meses. Es hora de agradecer a la vida su flujo continuado de cambios. De ciclos. De idas y venidas. De veranos e inviernos. De lluvia y sequía.

Aquí expongo varios ejercicios para que esos momentos de cambio se tornen más llevaderos. Son perfectos para hacer cuando se acaba el año, has finalizado la relación con una pareja, vas a cambiar de trabajo, has cambiado de colegio, te cambias de casa, etc.

Puedes modificarlos según sea la temática que necesites dejar atrás, según sea el ciclo que quieras despedir.

Ábrete a los cambios. Permite que lo nuevo llegue. Deja ir lo que ya no forma parte de ti.

Ejercicio 1. Para cuando se acaba el año, antes de que comience el nuevo:
Agarra un papel tamaño folio para que quede espacio donde escribir.
Arriba, en grande, escribes:
Acciones para antes de terminar el año.
Debajo comienza a escribir las cosas que aún tienes pendientes, lo que no llegaste a decir y quisieras transmitir, los libros que andan por casa a medio leer, terminar de pegar una estantería, mandar una carta, etc. Todas las acciones que quieras dejar concluidas antes de que termine el año.
Incluye además esto: Revisar la nevera y los armarios de la cocina, tirar la comida que esté pasada o estropeada y donar la que ya no nos vamos a comer; revisar el armario de ropa y donar, tirar, reciclar, la ropa que está estropeada, que ya no sirva o que no usas desde hace años; limpiar el suelo y el polvo de toda la casa.
Acabada de hacer la lista, revisa lo escrito. Mira si puedes terminar de hacer algunas de las tareas que te habías propuesto, como terminar de leer un libro, coser el botón de una ropa, acabar una tarea que tienes a medias encima de la mesa. Si eres capaz, termínala, si no interesa más, deja que se marche. Regala ese libro que ya no quieres leer, dona esas telas que no vas a usar, o ponte unas fechas para concluirlo. Pide ayuda a alguien si la necesitas, pedir ayuda nos alivia y aligera el camino.
Comienza a hacerlo. Elimina de la lista todo lo que puedas.
Se trata de aclarar, liberar, soltar, limpiar lo que no se hizo durante el año, y que quizás abarrotaba tu puerta, sin dejar espacio para que entrara la brisa fresca de la felicidad.

Ejercicio 2. Para cuando cambias de casa o de trabajo:
Para un instante. Observa lo que te rodea. ¿Qué sabes hacer? ¿Qué conocimientos posees? ¿Qué tienes de SOBRA? ¿Qué has aprendido en ese lugar?

Eso que sabes, tienes, te sobra, conoces… ¿Podrías compartirlo con otros? ¿Quieres repartirlo desinteresadamente antes de irte de tu trabajo o de tu casa?

Comparte, vende y recicla. Será una forma de marcharte más ligero a tu nuevo destino y así comenzar desde cero.

Agradece, agradece lo vivido en esa casa o en ese lugar de trabajo, los sueños invertidos, las personas conocidas, el tiempo usado para generar un espacio o trabajo más íntegro y bien hecho.
Cierra los ojos, haz tres inspiraciones profundas, sintiendo que en la inspiración dejas entrar la calma y el bienestar profundo; al soltar el aire visualiza como de tu cuerpo y mente salen las tensiones que hubiera podido generar este trabajo o casa. Suelta. Deja ir.
Quédate unos minutos en el silencio de tu soledad, para sentir lo que tenga que llegar. Y despídete de lo que dejas atrás.
Todos podemos compartirnos, mientras vamos caminando en esta senda que es el camino de encontrar nuestro propósito de vida.

Ejercicio 3. Dejar ir una relación de pareja:
Soltar lo que se queda en el interior cuando ha concluido la relación es un tema espinoso.
Hay muchos aspectos a observar: si hay hijos, si has dejado tú o ha sido la otra parte, si fue de mutuo acuerdo, si hubo terceras personas, si fue amistosa o quedó un trauma y no sois capaces de seguir adelante con facilidad.

He creado un ejercicio muy simple, aunque puede que no sea fácil para el corazón.

Antes de realizarlo date un espacio de tiempo para asimilar la situación. Si lo haces cuando ha sido muy reciente la ruptura, puede costarte más. Deja pasar un par de semanas al menos.

Consigue varias hojas y algo con lo que escribir.
Encuentra un lugar tranquilo para estar por un rato largo a solas.
Sentado frente a las hojas, cierra los ojos por un momento. Haz tres inspiraciones profundas, sintiendo que con cada inspiración entra en ti calma, sosiego y lucidez para realizar este ejercicio; cada vez que sueltes el aire deja ir el dolor, la pena y la culpa.

Suavemente abre los ojos y observa los papeles que tienes delante. Vas a ponerte a escribir una carta de despedida, para la persona que hasta ahora fue tu pareja.

Es una carta que NO SE ENVÍA, te la quedas tú y la guardas o la tiras luego, haz lo que sientas.

Volcarás en ella lo que esa relación ha dejado en tu vida. Lo que esa persona ha aportado.

A modo de ejemplo puedes comenzarla así:

“Querido …………aquí pones su nombre……
Hace un tiempo que ya no estamos juntos, y me gustaría decirte todo lo que nuestra relación ha dejado en mi vida”.

Y a partir de aquí la sigues con tus palabras.

Por una parte de la hoja escribe todo lo que ha sido beneficioso: las personas que has conocido, los sitios visitados, la familia que te ha aportado, si has tenido hijos, pues la bendición de haber podido engendrar hijos con esa persona, las anécdotas y las risas que han quedado en el corazón, las ventajas económicas que quizá tuviste, los momentos de amor, los paseos, los abrazos,…

En la otra parte de la hoja, escribe todo lo que duele: las ausencias, los fallos, las penas, los gritos, las peleas, si las hubo, los desaires, los abandonos, la falta de dinero, la falta de honestidad, las mentiras, lo que sea que te hiciera daño den esa relación.
Depende de ti comenzar por lo “bueno” o por lo “malo”.

Tómate tu tiempo para realizar este acto, quizá sientas ganas de llorar, llora; puede que tengas ganas de machacar a la otra persona, coge otro papel viejo y rómpelo, descarga la ira y la rabia; quizá te apetezca un abrazo amoroso y grande, ten cerca una almohada o cojín y abrázalo fuertemente, abrázate tú a ti mismo, rodéate con ambos brazos y entrégate todo el amor que seas capaz en estos momentos, escucha esa necesidad de darte amor.

Escucha lo que llegue a ti, deja que afloren los sentimientos.
Finalizadas las listas de lo que aportó la relación y lo que te quitó, sigue escribiendo. Ahora le vas a contar lo siguiente, puedes hacerlo con tus palabras, lo escribo a modo de ejemplo:

“Te doy las gracias por todo lo que he aprendido en este tiempo de relación contigo. De lo que me hizo daño aprendí que no lo quiero más en mi vida y encontraré la manera para que no esté otra vez en mi camino; de lo que me gustó en la relación me voy agradecido y encontraré la forma de que esté más presente en mi día a día.

Te perdono, o al menos voy a hacer el acercamiento al perdón, por todo aquello que hizo que me sintiese dolido. Te perdono por dejar que yo te hiciese daño y no pararme los pies, en los momentos que te dañé.

Me perdono, por haber dejado que eso feo me hiciese daño. Me perdono por lo que me hiciste y por lo que te hice. Por lo que dijiste y por lo que te dije.

Te dejo ir desde hoy, libre. Tú un camino, yo otro camino. Y si nos encontramos en algún punto de nuestro destino, que seamos capaces los dos de sacar la fuerza, el valor de tratarnos con afecto y respeto, relacionándonos desde el corazón”.

Concluido lo anterior, te despides, como si de una carta normal se tratara, por ejemplo:

“Afectuosamente
…………………………….aquí tu nombre y tu firma…….”

Rematada, la doblas, la introduces en un sobre y le pones por fuera el nombre de la persona a la que quieres que vaya dirigida, sintiendo que todo está dicho y liberado lo que tu corazón sentía necesario.

Esta carta la puedes luego romper, o quemar o guardar en una caja hasta que sepas qué es lo que quieres hacer con ella.

NO te aferres a los sentimientos, es mejor que vayas soltando cuanto antes mejor. Es normal sentir dolor tras una ruptura, sea que te han dejado o que has dejado tú, pero no es conveniente regodearse en el sufrimiento, eso es innecesario.

Date un tiempo. Pasa página y comienza a quererte a ti, que eres lo mejor que te ha sucedido en el mundo y además la persona con la que vas a estar toda la vida.

NOTA: Este ejercicio se puede usar también para despedirse de una amistad muy profunda, que se ha roto.

Abrazos de corazón.

María José Malleiro Zorzano (Mirena)

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