Si nos preguntamos a menudo, el don del conocimiento acudirá a nosotros. Indios Arapahoe.
Un día preguntas, ¿para qué voy a hacer esta o la otra cosa, si a nadie le va a importar, si nadie lo va a saber, si no hay otros interesados en ello?
Es entonces cuando dejas de hacerlo, o ni siquiera le das comienzo a aquello que albergas dentro.
¿Y si lo haces?
Prueba a hacerlo. Independientemente de quién te vea, quien te escuche, quién loe el acto o las maneras que guardas en ti y tienen ganas de salir.
Hazlo, y hazlo bien.
Sin importar quién sea el espectador que aguarda tras es telón del escenario. Ya habrá alguien que lo vea.
Alumbra, que tu luz llegue a otros, aunque no los conozcas.
La vida es un viaje de autoconocimiento. Nadie nace aprendido, lo hacemos lo mejor que podemos, dadas nuestras circunstancias.
No se solucionan los problemas en 50 minutos, después de una sesión con un terapeuta, una charla con tu doctor o tomándote una pastilla. Por mucho que te lo quieran vender los anuncios de la tele o los que abundan en las redes sociales. La cura, la solución, el desenlace, lleva un periodo de maduración.
Se trata de escucharte, investigarte, hacer los cambios necesarios en ti, para recuperar tu poder y comprender qué es lo que realmente necesitas y qué es lo que quieres.
Es un proceso, la vida es un proceso, que dura todo el tiempo que vivimos. Desde que nacemos hasta la muerte, todo es aprendizaje, prueba y error, fallo y acierto.
Múltiples son las etapas: escucharte, observar qué te duele, reconocer tus miedos y errores, agradecer lo que haces bien, tratarte con esmero y cuidado, sentirte, apreciarte, valorarte, hallar respuesta a las incógnitas que vienen a tu encuentro, nutrirte con las formaciones que enaltezcan tu alma, soltar aquello que dejó de tener sentido y te daña,…
Pregúntate:
-¿Qué es lo que deseas hacer en tu vida?
-¿Qué sueños (realizables)* tienes?
-¿Qué puedes ofrecer al mundo?
-¿Dedicas tiempo a descansar y a disfrutar?
-¿Qué estás haciendo para cambiar lo que ya no te sirve?
-¿Qué pasos das al encuentro de un mejor mundo para ti y para los tuyos?
-¿Qué miedos bloquean tu puerta, impidiendo la felicidad?
-¿A qué te has acostumbrado, que sabes que te sienta mal, pero sigues haciéndolo, porque te da pereza salir de ello?
-¿Qué pensamientos repetitivos dañan tu día a día?
-¿Te sientes culpable por algo?¿De qué te culpas?
-¿Te perdonas y perdonas a los demás?
-¿Te quieres y quieres a alguien más?
-¿Te tratas bien y tratas bien a los otros?
-¿Te cuidas y eres cuidadoso con lo que te rodea?
Con las respuestas a estas cuestiones, y a otras que te plantees tú, tendrás las pistas para comenzar a concretar el siguiente capítulo de tu vida.
Imagina la vida como un gran escenario de un teatro. Donde tú eres todos los actores de esa obra. Eres el protagonista, el escritor, el que fabrica los decorados, el encargado del vestuario, el que controla las luces, eres el actor secundario, el apuntador, la damisela en apuros, eres el valiente guerrero, la princesa, el héroe, el villano, la loca, el cuerdo, la niña, el bebé, el adolescente petardo, el gordo, el flaco, el joven, el anciano, el rico, el pobre, el tullido, el atleta, el ganador, el perdedor, el mago, el ayudante, el indio, el vaquero, el listo y el tonto, la fea y la guapa. Aquí eres todo lo que por tu mente se acerque.
Observa, ¿qué papel estás jugando ahora en el escenario de tu vida?
Si consigues observarlo desde esta perspectiva, dándote cuenta que todos a tu alrededor están viviendo sus propias obras de teatro, quizá sea más fácil el caminar diario.
Puede que a partir de este momento no sientas por ejemplo, que tu jefe es un ogro, sino que, cuando está contigo hace el papel de ogro, y cuando está con sus hijos hace el papel de amoroso padre y cuando está con su mujer el papel de dedicado esposo.
Cada cual se sabe lo suyo. Cada uno lleva el peso de su propia función de teatro. Algunas veces el espectáculo recibe sonoros aplausos y otras, el más estruendoso de los abucheos.
La función debe continuar, no se acaba hasta que baja el telón.
*Realizables: aquellos sueños que pueden convertirse en reales si inviertes tiempo y empeño en ello, y no vulneran el bienestar de terceras personas.
Sirvan de ejemplo estudiar alguna cosa, viajar, mejorar físicamente, vivir en otro lugar, aprender a montar en bicicleta, suavizar tu carácter, cuidar tu dieta, etc.
Aquí no englobaría los del estilo: que la mujer de mi amigo deje de quererlo y me quiera a mí; que de repente, de pesar 120 kilos baje a 60, sin dietas ni ejercicio ni consultar a un médico; que sin estudiar nada, me saque la carrera porque le caigo bien a un profesor y otra alumna me hace las tareas; que…
Un abrazo grande desde mi corazón al tuyo.
Mirena