Reinventarse

“Reinventarse no significa cambiar quién se es, sino cambiar la forma de ser y de estar en el mundo. Para ello, uno ha de salir de su zona de confort, de su ámbito conocido y familiar. Esto genera en las personas un intenso miedo y con frecuencia una gran angustia”. Mario Alonso Puig

Todo en la vida es cambio. A cada segundo nos reinventamos.

Se renueva la piel, cambian la forma del pelo, comienzan a marcarse las arrugas, aparecen manchas, lunares o pecas, engordamos o adelgazamos.

Además de en lo físico también hay cambios en lo mental, en lo emocional y en lo espiritual.

No me gustan ahora las mismas comidas o los mismos libros que cuando era una niña de diez años, ni tan siquiera la misma música.

He ido adquiriendo un cierto “rodaje” que me permite irme educadamente de un curso que ya no me interesa, de una reunión que ya no me nutre o de un grupo que amigos que ya no están en sintonía con lo que pienso o siento.

No soy la misma cuando me acuesto, que cuando me levanté ese día por la mañana.

Recuerdo ahora ese antiguo refrán que dice: “nunca te acostarás sin saber una cosa más”, que viene “al pelo” para explicar de lo que hablo aquí.

A estas alturas de vida para mí es importante llevarme bien con lo que me rodea, sé que a veces implica perder un poco, aunque la ganancia posterior es mayor.

Prefiero viajar ligera, sin enredarme con el otro en si tengo o no tengo la razón, prefiero ser feliz a tener la razón.

Qué más da qué es cierto o qué es falso, si la verdad es diferente en cada persona, incluso en cada época. Si lo que hoy es verdadero para mí aquí, mañana puede ser que lo considere falso y no me interese seguir creyéndolo o invertir energía en ello.

Que cada cual con sus ideas haga lo que mejor le parezca, mientras no se haga daño y sea respetuoso con el resto de la vida.

Cualquier acto, pensamiento, sentir o suceso que acontece a nuestro alrededor puede ser el detonante de un nuevo aprendizaje, de una ligera modificación en la ruta del GPS vital, que desencadene un paso diferente, hacia el destino inicialmente prefijado.

Reconozco que el cambio puede dar miedo (a mí a veces me ha dado terror), sin embargo, después de atravesar esos miedos, cuando has instaurado el cambio en ti, las aguas fluyen de otra manera.

No me gusta “casarme” con nadie. Me encanta la libertad. Cada día me gusta más la libertad.

No entiendas la palabra libertad en el sentido de que voy por la vida haciendo lo que me da la gana, sin importarme lo que le puede pasar al resto de personas por mis actos.

Entiende la libertad de la que hablo, como ese estado, que me ha ido dando la madurez. Se trata de esa sensación que me incita a vivir de una manera más plena, sin importarme tanto lo que las personas digan o piensen de mí, porque sé que cada uno de los “otros” que me encuentro en el sendero, tiene bastante con lo suyo.

Es una alegoría a quedarme con las ideas que me gustan de aquella chica, con las frases de aquel profesor, con un par de enseñanzas de este maestro, con cinco o seis consejos de aquel “youtuber”, con tres recetas de cocina de mi amiga Cris, con los trucos para limpiar la ropa de Aitxiber o con esa manera de colocar el incienso de Bego.

Me quedo con lo mejor de cada una de las personas que se cruzan en mi camino. Uso lo más bonito, lo más práctico, lo más útil para mí en este momento.

El resto, lo que me no me sirve, lo dejo ir. Porque si meto en mi ”mochila” la totalidad de lo que vivo, conscientemente, no podría ni moverme de la carga emocional y mental que acumularía.

Ya se encarga mi subconsciente de almacenar las experiencias por su cuenta. Ahí es donde es importante llegar para ir soltando lastres, aunque eso ya es otro tema y aquí no me voy a poner a charlar sobre ello.

Comparto aquí unas palabras que a veces no tenemos en cuenta.

A cada paso me reinvento. De mil maneras, de mil formas diferentes. Agradeciendo cada hecho vivido, observando cómo me afecta lo que me rodea, perdonando mis errores, descubriendo cómo evitar sentirme culpable, permitiéndome caer en todo lo que considero malo o feo, abarcando mis miedos y sintiendo benevolencia hacia mí.

No me apego a las ideas y palabras de una persona concreta. No la persigo constantemente como si fuera un ser superior a mí. Me doy cuenta de que ella comete errores iguales o peores que los míos.

Nunca he sido la típica “fan” de ningún grupo musical, ni de ningún actor o actriz, ni de ningún “gurú” o persona.

Me reconozco bastante cambiante y camaleónica.

Hasta hace bien poco me dejaba impresionar por “las luces de neón” que alumbraban en la personalidad de otros, me parecían de lo más impactante e impresionante.

Aunque reconozco que, con los años y la madurez, he ido desarrollado una especie de sexto sentido para identificar los “trucos” que hacen aquellos que me quieren engatusar para que les “siga” o les compre algo o les de algo.

Es entonces cuando me aparto, si ya no me nutre lo que dice o hace, me aparto. Sigo mi camino, mi rumbo, mi destino, me entrego al viento, que me acerque a otro lugar, con otras gentes, donde aprender algo nuevo, donde vivir experiencias diferentes.

Recuerdo, hace poco, que alguien andaba intentando venderme un curso, estaba loando la formación que impartía, con unas florituras exageradas, con una verborrea que resultaba hasta cansina. Entonces le dije que sí, que ya me sabía todos esas técnicas que se usan para vender, que ya las había estudiado yo misma, que de veras no siguiera dando vueltas y fuera al grano, que me dijera la verdad, lo que realmente había que invertir en esa formación en cuanto a dinero y tiempo (dos de las energías más importantes con las que convivimos a diario).

Llega un punto en el que una quiere que sean sincera con ella. No sé si a ti te pasa, a mí ya no me gusta que le den vueltas al asunto para convencerme de la “magia” del producto que ofrecen.

Además que he descubierto que mi tiempo es precioso, paso de andar perdiéndolo en cosas que no me aportan valor, he encontrado múltiples maneras de invertirlo gozando mientras lo uso: escribiendo, leyendo, mirando vídeos que me enseñen algo útil, paseando por el bosque, charlando con amigas nutritivas, besando a mi pareja, jugueteando con mi perrito Fénix u observando los cambios que acontecen en mi hijo adolescente.

Lo más bonito de esta etapa en la que me hallo, es que veo a los otros seres de mi vida, como iguales.

Me da lo mismo si es un catedrático de bioquímica, o la más avezada maestra de cualquier disciplina; poco me importa si es carnicero o cajera de un súper; si tiene millones en el banco o vive con lo justo; tampoco le voy a dar importancia a que le sigan “nosécuántosmiles” de seres en el Youtube o el Instagram; de veras te aseguro que me importa poco si cree o no cree en un Dios o en dos o en ninguno; nunca me verás interesándome por las tendencias políticas de nadie; ni me va ni me viene si su pelo es de color negro, rubio o se tiñe de verde; no me voy a fijar si su piel es clara u oscura, si tiene arrugas o canas, cicatrices o manchas;…

Veo a los otros seres de mi vida, como iguales. Cada uno con sus miedos. Cada cual con sus pensamientos. De todos podemos aprender. En cualquiera de ellos podemos encontrar ayuda.

Nos hemos creado de la misma manera, dentro del vientre de una mamá. El final nos hallará a todos, hagamos lo que hagamos para retrasarlo, sucederá, nadie sorteará el último suspiro, es una lotería que ya nos ha tocado a todos. La muerte nos acogerá, en el momento que toque, seamos ricos o pobres, altos o bajos, famosos o desconocidos. No distinguirá “La Santa Muerte”, a la hora de recogernos.

La vida está llena de cambios, sería bueno prepararnos para asumirlos y adaptarnos a ellos de la mejor manera posible.

Encontrar las manera de integrar los cambios que nos sorprenden tras la puerta de los años que marca el DNI, es fundamental. Todo cambia, nada permanece estático, somos constante vaivén, un flujo continuo de células en transformación.

Por eso es fundamental reinventarse. Cambiar, dejar ir, abrirse a nuevas posibilidades, a nuevos pensamientos, a nuevas gentes, a nuevas historias. Quedarse con lo que nos guste de uno y del otro y del otro de más allá y crear nuestro propio puzzle.

Somo únicos e irrepetibles, no hay nadie igual. Gocemos de esta diferencia. Ha llegado la hora de querernos mucho y de brillar, de compartir nuestras grandezas con el mundo y de pedir ayuda para sanar nuestras miserias.

Desde la verdad, desde el corazón, desde la honradez. Desde decirle a las personas lo agradecidas que nos sentimos por el rato en que hemos coincidido en el camino, pero ahora yo sigo por mi ruta y tú por tu destino.

¿Has pensado alguna vez para qué estás aquí, en la vida, en el planeta?

Creo que nos merecemos ser felices. La VIDA, así en mayúsculas, está deseando que la vivamos con ganas, con avidez, con alegría. Que la gocemos, que la exprimamos, que la lloremos y que la riamos.

Si no, ¿para qué hemos venido a este planeta bendito?

Unas palabras que pueden inspirarte.

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Ya sabes que siempre comparto desde mi sentir, tu eres libre de pensar, sentir y creer lo que mejor te parezca. Mi intención no es convencerte de nada, ni mucho menos.

Gracias por estar ahí, al otro lado, ahora, en este momento.

Abrazos de corazón.

María José Malleiro Zorzano (Mirena)

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