Hay épocas en las que no puedes más: te sientes cansado; la rutina empalaga tu mente; las tareas resultan aburridas; has de escribir cinco paginas y llevas tres, se te agota el plazo; tu perro no para de ladrar al vecino que pasa por delante de la puerta (una y otra vez); tu pareja llega abatida de la oficina y lanza un gruñido a modo de saludo; te molesta aquella vieja cicatriz de la pierna, que te hiciste de pequeña; el niño no cesa de pedir que le compres nosequé pase de la consola (que todos sus amigos lo tienen);…
A todo lo anterior le añadimos que son las diez de la noche y aún quedan por planchar 10 o 12 prendas de ropa, porque mañana tu día está lleno hasta la bandera de quehaceres y has de dejar lista esa ropa, antes de irte a la cama hoy.
Es entonces cuando comienza un extraño dolor de espalda a mostrar los dientes, a la altura del hombro derecho.
El perro que vuelve a ladrar.
Llaman por teléfono.
Suena el portero, que ha llegado por fin el libro de autoayuda que pediste hace un mes. ¡Menudas horas de entregar un paquete!
Te reclama el niño de nuevo, que se puso a cocinar pasta y ¡se le ha salido el agua!
Bajas para abrir el portero, limpiar el agua que se le salió en la cocina al niño, decirle al perro que deje de ladrar,…
Y vas y pisas un pis que Fénix se hizo ¡en el mismo medio del pasillo!
Aisss, ¡¡noooo pueeedeee seeerr!!
¿Dónde está el botón de parar?
Voy a proponerte un ejercicio de liberación de emociones. Hoy te voy a enseñar a romper con todo y quedarte tan ancho. A romper con todo y no sentirte culpable. A romper con todo y llenarte de bienestar.
Aquí va el ejercicio:
1-Consigue unas hojas donde escribir. Pueden ser recicladas, mejor que sean recicladas, de esas que solo están escritas por un lado, de las de publicidad, campañas de elecciones, etc. Coge un bolígrafo, rotulador, lápiz o algo que te sirva para escribir bastante.
2-Avisa a las personas que están contigo que durante al menos media hora no te molesten, desenchufa el teléfono, entra un cuarto y siéntate cómodo en algún lugar donde puedas escribir.
¿Tienes todo el material preparado? Pues manos a la obra.
3-Acomódate frente al papel y trae a tu memoria un suceso que te crispe, que te enerve, que haga sentir peligrar tu espacio personal, que te irrite de tal manera que se te suban los ácidos al rememorarlo. Puede ser nimio, no tiene que ser una catástrofe. Puede ser una catástrofe, no tiene que ser nimio. Escribe en el papel lo que llega a ti de ese tema espinoso, uno de cada vez.
Ponlo todo. Escribe con toda tu ira, con toda tu pena, con toda tu desesperación, con todo tu ser. Haz tachones, «enrabia» la rabia y masca el malestar que te nace de los adentros.
Pongo ejemplos de situaciones que pueden enervarte y quizá quieras romper y soltar:
-Cada vez que alguien deja la tapa del baño levantada, por mucho que le hayas dicho que la baje.
-Todas las veces que te llaman por teléfono a las ocho de la mañana, dices «¿digaaa?» y luego no contesta nadie, o las otras miles que te llaman para venderte un seguro, «regalarte» un televisor o hacerte una tarjeta de crédito.
-Cada vez que tu jefe te dice a última hora, cuando estabas con medio pie fuera ya del trabajo, que le hagas una tarea.
-Cada una de esas reuniones de «compromiso» a las que has tenido que ir.
-Ese día que ibas justísimo de tiempo para hacer unos trámites muy importantes y, de pronto, sientes una explosión en un lateral del coche. Tomaaa, se ha roto una rueda, con una piedra enorme que había en la carretera.
-Esa vez que tu hijo, en la boda de tu hermano, manchó tu vestido de helado de chocolate.
-Cada vez que le dijiste a alguien que le querías y te respondió que por su parte sólo seréis amigos.
-Cada vez que te pusiste enfermo en un día importante.
4-Visualiza de qué color sería esa porquería que sientes y dibújala, horrorosa, fea, espantosa y horripilaaaante.
5–Describe el sabor que tendría esa cosa que sientes, si sabe amarga, si su sabor es agridulce, ácido, muy salado, si es de textura pastosa o áspera. Deja que tu boca lo sienta. Observa con atención lo que llegue a ti.
Aquí te explico cómo hacerlo :
Imagina que suspendiste un examen: de conducir, de Universidad, de Oposición, … Pues saca toda la rabia que lleves dentro, recuerda ese día, lo que sentías, lo que veías, lo que comiste o dejaste de comer por el disgusto, el odio que te nació de las entrañas hacia el profesor, las ganas de llorar, la desolación de tener que volver a presentarte otra vez, o de no poder optar a una recuperación, los celos hacia las personas que sí aprobaron.
6- Sé excesivo. Rasca en tu dolor y di palabrotas, todas las que no pudiste decir en ese momento, o las mismas que osaste pronunciar. Atrévete. Estás en la seguridad e intimidad de tu hogar. Protegido.
7-Cuando lo hayas escrito, garabateado y «palabroteado» todo, agarra los papeles y apretújalos, espachurralos con todas tus fuerzas, pisotéalos, róoooompelos con alevosía y premeditación.
8-Ahora, pasada la tormenta de sensaciones, inspira y llena tus pulmones de agradecimiento por este momento que te has dedicado. Inspira profundamente y suelta. Suelta los restos que hayan podido quedar de ese malestar. Siente la liberación de haberlo dejado ahí, en los papeles. Inspira y rellena el hueco que antes ocupaba ese odio/rabia/ira/dolor por amor, por bienestar y benevolencia. Es importante poner bienestar donde antes había turbulencias. Cambiar unas sensaciones por otras.
9- Acomódate, sentado o tumbado, cierra los ojos y descansa durante cinco o diez minutos. Quédate con la sensación de libertad, de ligereza y serenidad, que permanece en ti después de dejar ir y romper con lo que dañaba tu corazón y tu alma.
NOTA: Este ejercicio de soltar puede hacerse con cualquier tema. Lo escribes, lo espachurras, lo rompes, lo digieres, agradeces lo soltado, llenas el hueco con buenos sentimientos y descansas. Un tema cada vez. Ciertos problemas precisarán varias veces para hacerse más ligeros, otros, en una vez, se habrán marchado con viento fresco. Quizá alguno no se vaya nunca.
¿Qué me dices,
te atreves a romper
con todo?
Abrazos de corazón.
Mirena
Nota: parte del texto ha sido extraído de mi libro: «De regreso a casa»